martes, 30 de julio de 2013

La historia interminable...


Con el corazón hecho una pelota, así me siento aquí hoy por última vez, desde esta habitación húmeda y con las paredes a medio vestir, con la mosquitera casi descolgada ya del estrés al que la he sometido durante un mes afanándome porque no quedara ni un sólo rincón mínimo por el que se pudieran colar mis amigos los mosquitos y fallando de todas todas al darme cuenta cada mañana de que tenía dieciocho picaduras nuevas vete tú a saber dónde... Con la maleta abierta sobre el suelo revuelta y mareada de tanto quitar y poner cosas, de tanto cambiar de opinión sobre lo que me llevo y lo que dejo aquí para siempre. Con las botas llenas de tierra seca y gastadas del trabajo duro. Aquí estoy intentando poner una palabra detrás de otra para concluir de alguna manera esta andadura. Con la cabeza repleta de imágenes que no sé si sucedieron ayer o hace un mes o hace tres. Con las ganas de llegar a casa y abrazarte eterno y la contradicción de no querer aún despedirme de esta tierra. 
Camerún me ha sorprendido. Más de lo que nunca pude imaginar. Me ha tocado el alma de una manera diferente. Es el país africano más bonito que he conocido, tan verde, tan alto, tan amplio, tan profundo a la vez. Su gente es arraigada, con ese arraigo que a veces cuesta comprender de tan absoluto que es. Camerún me ha enamorado porque además me ha dado la posibilidad, aún no tengo claro en qué momento ni de qué forma, de encontrarme de nuevo con mi yo más profundo, creo que hasta con el más real. Con el más maduro y el más pausado. Y me ha gustado ese encuentro. Y le estaré eternamente agradecida a este país esa unión. 
Atrás quedan un millón y medio de experiencias, de aprendizajes, de enseñanzas, de miradas, de recuerdos, de imágenes, de sonidos, de palabras, de sombras, de silencios. Quedan atrás pero no porque queden lejos sino porque sé a ciencia cierta que me seguirán de cerca el resto de mi vida.
La vida es mucho más de lo que tenemos. Es todo aquello a lo que aspiramos. Es el conjunto de sueños, deseos, decepciones, sorpresas y tristezas que vivimos en cada momento. Es por eso que nuestra vida es única y maravillosa. Porque está hecha de retales irrepetibles y no copiables, porque la diseñamos a nuestro antojo y la rediseñamos, a veces incluso, a nuestro pesar. Pero es nuestra vida. En nuestra mano está compartirla con otros, de cerca o de lejos, y seguir ampliándola entonces. En nuestra mano está el pintarla del color que más nos apetezca cada día y hacerla más brillante, más discreta, más triste o más divertida. 
Yo hace mucho que decidí qué vida me gustaría tener, o por lo menos a base de qué estaría hecha. Y, la verdad, cada vez me va gustando más el resultado. 
Hoy cierro el frasco de los nuevos ingredientes que he recolectado este mes. Ahora hay que dejar que maceren, que se asienten, que cojan cuerpo. Porque quiero condimentarla con ellos. Estoy segura de que el sabor resultante será, cuando menos, interesante,
Esto es lo que me gusta de esta vida que vivimos. Que es una historia interminable. Que siempre tendrá un nuevo episodio, que siempre aparecerán nuevos actores, unos protagonistas, otros secundarios, otros de reparto, pero cada uno aportará su pequeña o gran esencia. Cada nuevo escenario te permitirá pisar un nuevo suelo, observar un color nuevo allá arriba y percibir olores diferentes incluso en cosas similares. 
El día que no esté aquí la historia continuará ya no conmigo pero sí con mi estela. Interminable. Me gusta saber que formo parte de una cadena. Me hace feliz saber que tú también.
Gracias por haber estado. Gracias por haber compartido. Seguro que nos encontraremos en una nueva historia. Disfruta de tu vida con  gusto y dale a disfrutar a los demás. Siempre será un placer.


domingo, 28 de julio de 2013

Posdata: Te quiero

El otro día pensé que nada de lo que vivo a diario, allá o aquí, nada de lo que experimento, ninguna de las mil cosas que reflexiono al día, ninguno de los errores que cometo también cada día y ninguna de las satisfacciones que recibo al comprobar que rectifico, nada, ninguna de esas cosas tiene el más mínimo sentido si, además de aprenderlas, interiorizarlas y ponerlas en práctica no os las dejo como legado. Vosotros tres sois el futuro, el trocito de futuro donde se perpetuarán, sobre todo, las enseñanzas que hayáis recibido de mí, de vuestro padre, de tu madre y de tu padre. Así es que decidí, no sé bien si con cordura o con locura, que este era el momento de escribiros esta carta.
Mis queridos… Es curioso. Directamente he escrito “mis queridos hijos” y después de un rato dando vueltas a qué otra cosa poner no encuentro palabra alguna que pueda sustituir esa para dirigirme a los tres. Sin ánimo de ocupar ningún otro lugar que no me corresponda, que no sea el mío, que no sea el de ser quien soy y el de quereros como os quiero. Así pues y sabiendo, porque me conocéis muy bien los tres, sabiendo que entendéis qué quiero decir, vuelvo a empezar.
Mis queridos hijos. Es fácil escribir algo a tres personas que ya, a pesar de no tener más que un pequeño puñado de años, son grandísimas personas. Es muy fácil contar una experiencia o transmitir un aprendizaje a quienes sabes perfectamente que lo van a recibir y, más tarde o más temprano, poner en práctica. Con los matices que cada uno de ustedes a través de su propia personalidad le irá añadiendo y, con lo cual, enriqueciendo. Ya sabéis que no concibo la vida sin un aprendizaje de cada cosa que ocurra, bien sea en el momento, bien sea a la larga. Ya sabéis que intento mirar a través del optimismo hasta en los momentos más duros, porque incluso tras el dolor hay siempre algo que poder aprovechar, algo que te hará seguro más fuerte, más seguro, más transigente, más grande… Sabéis también que llevo tiempo dedicando parte del mío a otros que quizás lo necesiten de alguna manera. No tengo dinero suficiente para construir plantas de agua potable en África, pero sí dos manos que por ahora funcionan para ayudar a cavar uno. No tengo la riqueza necesaria para construir aquí las escuelas que me gustaría, pero sí la palabra y las ganas para ayudar a reforzar el aprendizaje de la lectura o los brazos para levantar estanterías y cargar y catalogar montañas de libros. Durante mucho tiempo he disfrutado de la sensación de bienestar que te da el hecho de trabajar a cambio de un apretón de manos, del pellizco de orgullo e incluso de paz que te deja el estar en un sitio porque quieres y porque puedes estar sin necesidad de esperar nada a cambio de ese tiempo y de esa disponibilidad.
Alguna vez me habéis oído decir que África te cambia. Te cambia la mirada y la escucha, te cambia hasta el latido del corazón. Pero hace pocos días he caído en que no es África sola. Realmente da igual dónde y cuándo, da igual que sea aquí, o en la India, o en Sudamérica, o en el barrio de al lado de casa. Lo realmente importante es que estéis dispuestos a dejaros imbuir de lo nuevo, de lo distinto, de lo que te hace alejarte de lo cotidiano, porque es la forma de ponerte a prueba, de mirar tu vida de lejos y, entonces, valorarla hasta el infinito. Este viaje a Camerún ha resultado diferente a los demás. En verdad cada uno resulta diferente, pero en el fondo más o menos todos los anteriores han dejado en mí un pozo similar. Este no.
Este ha sido infinitamente más duro que cualquier otro. En todos los sentidos. En cuanto a la forma de vivir el día a día, sin dudarlo. Esta vez he vivido con lo más básico de lo básico, he hecho cosas que más de una vez no me apetecía, he convivido con mucha gente muy diferente. Ha habido momentos en los que me apetecía darme la vuelta e irme lejos, ha habido otros en los que el egoísmo o la falta de solidaridad me ha dado de frente en las narices, ha habido ocasiones en que la ternura  se me ha enroscado a modo de abrazo adolescente o de caricia espontánea, en la mayoría de los momentos he dado gracias por poder estar aquí. Así… Ha habido tantos momentos. Y yo desearía que ustedes buscasen sus momentos, que decidan algún día repartir y compartir aquello que más valoréis (yo lo he hecho con mi tiempo) y mirar de forma serena qué ocurre. Probablemente no lo valoréis del todo en el momento en el que esté ocurriendo. Pero lo haréis más tarde. Siempre habrá una ocasión para hacerlo. Desearía también que convivieseis con la amabilidad. Hacia vosotros y hacia los demás. Muchas veces tendemos a ser groseros, a ser poco amables, maleducados incluso, porque hemos tenido un mal día, porque nos han roto el corazón o porque se nos ha roto el coche o la lavadora. Es normal. Pero intentad que esos momentos no os coman. Que no sea una norma. Daos tiempo también a vosotros. Sed amables con vosotros mismos. Permítete recapacitar ante un fallo. Pídete perdón. Y perdónate. Haced de vuestra vida aquella en la que queréis vivir realmente. Decid a los demás las cosas buenas que veis en ellos y no sólo aquello que tildamos casi siempre de “crítica constructiva” No escatiméis jamás un te quiero ni un perdóname. Y no os conforméis con una mirada sólo, ambicionad la caricia, el abrazo y la palabra. También el beso. Valorad lo que tenéis en su justa medida, que será aquella que vosotros, después de lo que nosotros os hemos enseñado, queráis dar a las cosas, a los momentos y a las personas. Lo material nos hace la vida más cómoda. Sólo eso. No tenéis que renunciar a ello, por qué tendríais que hacerlo? Pero no le deis tampoco la importancia más grande. Porque el día que lo material no esté porque se rompa o se pierda probablemente se pueda sustituir si tanto lo necesitas por otro nuevo o más moderno; pero el día que se rompa o se pierda una amistad o un amor, ese en concreto, jamás se podrá sustituir. Vendrán otros. Y en vosotros está el derecho de ambicionar amigos o amores que os hagan más felices y perder o desterrar a los que os causen infelicidad o atenten contra vuestra libertad.
En fin… Sed felices. Buscad vuestro sitio. Emplead el tiempo que necesitéis en ello. Cuando lo encontréis sabréis que es ese. Sabréis que es vuestro. Sabréis que os estaba esperando. Siempre os esperará vuestro sitio. Mientras tanto, mis amores, disfrutad del camino hasta él.

Los quiero chicos. Con toda el alma. Me gusta tanto saber que mi sitio está cerquita de ustedes…


* Lucía, Paula, Carlos... Siempre por y para vosotros.

martes, 23 de julio de 2013

El equipo A


Recuerdo de chica aquella serie ochentera en la que un grupo de tipos variopintos donde los hubiera formaban el equipo perfecto. El inteligente, el gracioso, el forzudo… Al final siempre ganaban a los malos y salvaban a los buenos. Eran el quipo perfecto! Eran el equipo A!
Pues resulta que yo también tengo a mi particular Equipo A. Pero este es más completo, más Atractivo y más Apetecible que el de M.A. EL mío es el equipo Activo, Animado, Arriesgado… Al principio he de reconocer que tenía mis reservas, no en cuanto a ellos porque apenas les conocía, sino en cuanto al conjunto. Ocho adolescentes embarcados en un proyecto como este podrían salir por cualquier lado. Si bien es cierto que en el fondo sentía una calma que me daba seguridad, cómo decir… un presentimiento. A día de hoy me he confirmado en que la mezcla no había podido resultar más acertada. Y me apetece que los conozcas. Porque todo este trabajo anónimo que estamos haciendo durante este mes resulta que no es tan anónimo, resulta que tiene cara, tiene alma, tiene sueños y deseos. Si te apetece los compartimos…

MARTA: Tiene 18 años y va camino de ser una de las médicos más tiernas y entrañables que llegues a conocer jamás. Esos ojazos azules transmiten por encima de todo ternura e ingenuidad. Marta es dulce, está siempre dispuesta para todos y te derrite con una sonrisa. Antes de venir no tenía claro a lo que se iba a enfrentar; sabía que iba a ser algo distinto y que le iba a impactar cuando menos pero también era algo que quería hacer desde hace mucho tiempo. Cuando le pregunto qué cómo se siente a día de hoy se pone seria, pierde la mirada en el horizonte y dice con voz pausada “ algo así no se puede contar, hay que vivirlo. Te metes de lleno en una cultura absolutamente diferente a la tuya y me hace feliz poder conocer más cosas más allá de lo que ya conocía” En cuanto a lo que ha aprendido hasta ahora también lo tiene clarísimo y me dice que se ha dado cuenta de que “existen formas de vida diferentes a la nuestra, ni mejores ni peores, sólo diferentes y me resulta increíble que esta gente que no tiene tan fácil como nosotros el acceso a tantas facilidades sean capaces de transmitir a la vez tanta alegría y tantas ganas de vivir”

CLAUDIA tiene también 18 años, es una rubia menuda que aspira a ser diseñadora industrial y con vocecita aparentemente frágil que encierra a una mujer creativa donde las haya y con un respeto por los otros y una educación tan exquisita que sorprende en su edad tanta madurez. Claudia no se había planteado ninguna expectativa pero sí pensaba que iba a trabajar con niños pequeños, sólo eso fue lo único que le chocó un poco al principio, el tiempo justo para subirse al carro del ritmo de esta casa, que no fueron más que las primeras horas después de llegar. Después de casi un mes aquí reconoce estar encantada con la forma de vida que está experimentando y no duda en responder que “el aprendizaje más fuerte que he adquirido hasta ahora es el de que lo cotidiano es un tesoro aquí; lo que para nosotros es algo normal a diario aquí no existe y de hacerlo sería de un valor incalculable” Clau está aprendiendo además a tener paciencia, o mejor dicho a trabajarla… LA convivencia con personas tan diferentes es difícil por momentos, el hecho de hacer cosas que en un momento dado no te apetecen también. Yo, qué quieren que les diga, creo que ella lo está bordando!

PAULA también tiene 18 años y tiene claro que su vocación pasa por la Medicina, será sin dudarlo una increíble bioquímica dentro de unos años. Paula tiene ese punto de reposo que admiro tanto en las personas. Sabe bromear y hablar en serio, cada cosa en su momento. Trabaja como nadie y siempre tiene una palabra cariñosa para todos (excepto para mí porque se empeña en recordarme a diario que soy “una vieja”) Paula esperaba que la adaptación resultase más difícil y en este momento no le tiembla lo más mínimo la voz cuando asegura que se quedaría aquí un mes más por lo menos, sin dudarlo ni medio segundo. Pau ha aprendido que “la convivencia es una de las cosas más enriquecedoras que hay en la vida” y yo no dudo lo más mínimo que para ella sea así porque se pasa el día observando, es prudente y no habla si no lo considera oportuno; pero observa, escucha y aprende. Me gusta mucho su carácter, es una pausa para todos los que vivimos con ella. Es una suerte que esté aquí.

JONATHAN tiene 18 años y una cara de chiquillo bueno que hace honor realmente a cómo es. Johny quiere ser maestro, es noblote, generoso y siempre, absolutamente siempre sonríe. No necesita hacer aspavientos para resultar agradable a los demás y jamás le he oído decir que no a algo que alguien le pida. El pobre ha tenido muy mala pata, literalmente, y desde hace una semana arrastra un esguince tras un partido de fútbol España-Camerún aunque lo lleva con una elegancia y un aplomo dignos de mención.  Es hombre de pocas palabras pero  tenía claro antes de venir que iba a hacer amigos y a conocer una cultura diferente y efectivamente “he hecho amigos, he conocido una cultura diferente… estoy a gusto! Y por el momento no me apetece mucho volver a casa” Ha aprendido, entre otras cosas, que el idioma no supone una barrera si así lo deseas.

MIGUEL es un futuro médico de 18 años, quizás una de las personas que más me ha sorprendido desde que estamos aquí. En casa lo veía de pocas palabras, muy prudente y más serio de lo que en realidad es. Aquí le he descubierto como un hombre maravilloso, generoso, divertidísimo, trabajador como el que más (aspecto que también han recalcado nuestros amigos africanos) y no sólo porque trabaje bien sino porque siempre siempre lo hace con una sonrisa y eso es admirable, realmente admirable en alguien tan joven, además. Miguel es un absoluto caballero, cordial y de una educación exquisita. Me hace gracia que con lo alto y grandote que es siempre me mira con cara de niño chico y me pide consejo para las cosas más sencillas… Es un verdadero amor! Miguel no había previsto nada sobre su experiencia africana “Me voy a lo que salga!” decía. Pero una vez aquí y tras llevarse una impresión fantástica de los voluntarios africanos te deja de piedra cuando te suelta que su mejor aprendizaje hasta la fecha es que “he aprendido a ser más humano. A que la ayuda por poca que sea siempre es bien recibida” A mí me encanta observarlo y darme cuenta un día y otro del respeto y el cariño con el que trata a todo el mundo y de lo válido que puede llegar a ser en cualquier ámbito, no en vano lo han apodado con el sobrenombre de “SúerMigüel –aquí cuesta pronunciar la gue-“ y con el de “navaja de Albacete” porque este niño sirve pa tó!

CARLOS tiene 18 años, quiere estudiar INEF, lleva a los Scouts “en vena” y se le ilumina la cara cuando habla de su familia, sobre todo de sus padres. Carlos siempre tiene una palabra, siempre, pero siempre siempre. No calla ni debajo del agua!!! Pero también es verdad que siempre tiene una sonrisa. Pasa el día inventando e ideando risas con su amigo Jaime pero luego se desvive por ser amable y generoso con todos. Él tenía claro desde antes que venía aquí a echar una mano, a aprender y por su puesto a disfrutar. He de reconocer que me dejó la piel de gallina cuando me soltó de sopetón que esta estaba resultando “la experiencia más reconfortante de mi vida” y que eso lo diga un chico que no para, que está haciendo mil cosas a la vez continuamente… uff! Según él ha aprendido por encima de todo “que donde caben 2 caben 20” y si no que se lo digan a los conductores de los coches donde nos vemos cada fin de semana!!

JAIME tiene 17 años y se debate entre su vocación de maestro y su amor por los animales; sueña, desea y estoy segura de que lo conseguirá ser educador de animales en el Loro Parque.  Jaime tiene una personalidad curiosa, cuando no le conoces bien parece más tímido, escondido tras su sonrisa socarrona y sus bromas a dúo con Carlos, pero en cuanto escarbas un poquito encuentras una personalidad reflexiva, madura, a quien se le cae la baba también hablando de su familia, de su gente. Trabaja bien, es disciplinado en lo que hace y siempre tiene un guiño para que el trabajo sea un poco más ameno y no caiga en la apatía. Antes de venir no tenía expectativas creadas, sólo que venía a echar una mano y a disfrutar del hecho de conocer una realidad nueva. Pero hoy me dice que lo que está viviendo aquí supera a todo lo que se  podía imaginar en un principio; que esto es “3000 veces mejor de lo que habría podido imaginar” Le ha sorprendido la gente, tanto los que nos han recibido como el grupo que hemos venido desde casa, que ha superado sus expectativas también porque nunca pensó que “pudiera sentirme como si estuviese con mi propia familia” No duda un segundo en afirmar rotundo que ha aprendido que podemos ser muy felices con muchísimas menos cosas de las que tenemos”

SUSANA tiene 17 años y la sonrisa más bonita de este lado del mundo. Será la enfermera más dispuesta que conozcas, sin dudarlo! Susi es curiosa, pregunta todo con interés y es noble, muy noble, su sonrisa es terapéutica y cautiva a todo el que está cerca de ella. Es puro cariño y de repente te lanza unas reflexiones sobre las cosas que está viviendo que te dejan con la boca abierta. Le gusta hacer bien las cosas. Y las hace muy bien! Susana dice que esperaba encontrarse con una situación de pobreza más acusada al llegar aquí, de la misma manera jamás imaginó que los africanos fuesen tan hospitalarios y que por tanto, le iba a resultar mucho más dura la adaptación. En este momento Susi se alegra muchísimo de haber venido. Le está resultando una experiencia increíble. Ahora que hemos conseguido el objetivo que perseguíamos con el trabajo es consciente de que no sólo puede mejorar la vida de otros sino de que su propia visión de la vida está cambiando a raíz de esto. “Esto me está enseñando a valorar muchísimo lo que tengo” La rubia de oro es una auténtica joya, a mí me encanta la forma que tiene de encajar las cosas incluso cuando no son del todo de su agrado. Una mujer increíble, sí señor!

MAXI tiene 44 años y es el director de mi segunda casa... el sitio que más feliz me hace después de "villamor", mi Colegio. Hace años hizo una cooperación en Guinea Ecuatorial y desde hacía tiempo le apetecía mucho repetir la experiencia de nuevo. Por otro lado necesitaba romper de alguna manera la monotonía que le absorbe en su día a día laboral y llevar adelante este proyecto, concretamente además, con este grupo. Un par de veces en las últimas semanas le he escuchado decir “estoy feliz” y he de reconocer que en ese momento se me escapa una sonrisa mirando a otro lado. Me gusta cuando la gente confiesa su alegría. Me hace feliz también a mí. Se encuentra relajado, está disfrutando casi como el que más y le ha venido fenomenal la distancia y el separarse un poco del día a día. Ya sabes que a veces, como me has oído repetir un millón de veces, sólo la perspectiva es capaz de aliviarte el camino… Cuando le pregunto que qué ha aprendido se enrala de una manera increíble y yo pienso que es maravilloso aprender y tener tan claro que lo has hecho y además de tantas cosas juntas en tan poco tiempo; lo primero que me dice es que “nunca puedes decir que ya lo has vivido todo; siempre se puede vivir con ilusión y disfrutar del momento. Se puede ser muy feliz sin tener tanto. Aunque lo que realmente me hace feliz del todo es haber podido compartir esta experiencia con la gente joven; eso garantiza de antemano el que haya muchos y muy buenos ratos”

En fin, este es mi equipo. No quería que acabara este episodio sin habértelos presentado. Yo los he descubierto aquí y es aquí donde quería que tú también los descubrieras un poquito más.
Cada uno tiene algo, una magia especial, un “algo” que hace que sean muy especiales cada uno en un momento determinado. A veces da la impresión de que alguien les eligió a posta para estar aquí.
Yo, desde luego, sólo puedo darles las gracias. Por hacer que mi vida haya sido (sea, esté siendo) más cómoda, más divertida, más entretenida, más interesante y más entrañable durante este mes de julio. Salvando todas las distancias del mundo, han suplido de alguna manera a mis pequeños (que el tiempo va pesando y echarlos de menos se me está haciendo ya cuesta arriba). Me han quitado el sueño cuando se han puesto malitos y se me ha caído un poco la baba en nombre de sus padres cuando los he visto crecerse ante tanta cosa nueva; me ha encantado redescubrir cómo se ve el mundo desde los dieciocho y comprobar que, aunque mi cara cargue ya algunas arrugas, no me siento tan lejos como temía.


Gracias de corazón por haber sido un verdadero equipo… y a vivir lo que nos queda!

domingo, 21 de julio de 2013

La vida es bella

No sé ni cuántas veces me ha estallado en la cabeza la frase de… “pero quién me manda a mí con lo bien que estaba yo en mi casa?” Y si no lo contase tal cual lo siento te estaría mintiendo. Hay cosas que me superan, pero creo que precisamente esa sensación de que “me superan” es la que me mueve a hacer muchas de las cosas que hago en mi vida.
La gente con la que vivimos aquí en Mbalmayo quiso que conociésemos algo más de su hermoso (hermosísimo la verdad, me ha sorprendido una barbaridad) país y quiso llevarnos de fin de semana a la playa. La idea, después de algún que otro cambio inicial, era salir el viernes por la mañana temprano y regresar el sábado por la noche después de conocer Douala, la otra capital a parte de Yaoundé, y Limbé, una pequeña ciudad costera. Del punto de partida al de destino hay unos doscientos kilómetros. Eso en casa no es mucho, en una hora y media, a lo sumo dos, lo tienes resuelto… Doce horas tardamos en hacer el trayecto de ida! Doce!!! Fue de locos, primero un mototaxi de casa a la estación de Mbalmayo, allí una navette (furgoneta de quince plazas) hasta la estación de Yaoundé, una horita y media o así y allí la guagua regular hasta Douala que tardaba unas cuatro horas. Una vez en Douala paramos para comprar algo de comer y otra vez a negociar una navette o un taxi que nos llevase a Limbé, a dos horas de allí. El trayecto en sí durísimo; carreteras, transportes, todo muy incómodo, muy poco cuidado una cosa y la otra y se hace muy largo, pero lo peor los tiempos muertos de espera. Porque el africano para tomar una decisión tan simple como  la de coger un coche u otro la tiene que consensuar y discutir, literalmente, y entonces como rara vez llegan a un acuerdo a la primera vuelta a empezar de nuevo la negociación. Y algo que en casa te supone dos minutos y medio aquí te supone tres horas. Y no es una forma de hablar. Lo peor del día ocurrió cuando ya reventados como un triquitraque subidos en el último (perdón, penúltimo) coche que nos llevaba a Limbé tuvimos que cruzar un peaje abarrotado de policías (con metralletas incluídas) y nos paran. Esa ecuación aquí no falla; coche lleno de blancos= dinero seguro. Y las cosas son como son, no es ni bueno ni malo. Es así. La mayoría de los africanos asocian al blanco con dinero. Es un prejuicio como otro cualquiera, a ver si nos vamos a creer que los negros no tienen prejuicios!!! Total, que después de una hora y media parados en la cuneta negociando o yo qué sé qué pudimos continuar. Llegamos a Limbé y llovía sin parar, la humedad es la más increíble y pesada que he conocido nunca. Aquello parecía Edimburgo en África. Frío, lluvia sin fin, humedad… Resulta que nos prestaron una casa para ir a cenar algo que Roland había preparado; un poco de pasta y pescado y a peregrinar bajo la lluvia en busca del hotel en el que nos quedábamos. Y lo encontramos… Madredelamorhermoso! Yo he visto cosas diferentes, me he quedado en lugares en mis episodios africanos en los que a más de uno le daría un pasmo (a mí misma me lo ha dado alguna vez) pues esto era aún peor. Tarantino hubiese elegido ese “hotel” como uno de sus escenarios sin dudarlo… No había agua corriente, no había sábanas, no había nada más, la humedad te abrazaba al entrar y te daba una cosica tremenda poner los pies sobre aquel suelo que tenía vestigios yo no sé ni de qué!
Total, que una se tumba sobre aquella cama e intenta cerrar los ojos, abstraerse de todo y descansar, porque es lo único que el cuerpo te pide. Descanso. Descanso de cuerpo y de mente. Por supuesto la naturaleza en sabia y en ese mismo instante te trae a la cabeza todas las cosas de tu vida que son justo lo contrario a eso que vives. Y recordé mi casa, mi habitación que es más bonita que nada, mi camita mullida y con olor a limpito, recordé mi baño con las conversaciones a medias mientras me maquillo y él se afeita, recuerdo mis toallas suavecitas y por extensión empiezo a recordar todos y cada uno de los rincones de mi casa, tan bonita, tan alegre, tan confortable y como no, las voces de los enanos al fondo riéndose o peleándose. Y en ese momento, entonces, lejos de derrumbarte por el cansancio y por no ser capaz de asimilar algo tan diferente a lo que te rodea, entonces sólo puedes dar las gracias por tener la oportunidad de vivir cosas tan antagónicas en una misma vida, de poder medir tus reacciones en lugares y en entornos tan diversos y ver que no pasa nada, que sigues siendo tú…  hasta que el cansancio te vence por fin. Al día siguiente más de lo mismo, lluvia, humedad, la playa la vimos de lejos con un mar revuelto y furioso que se dejaba ver con el rabillo del ojo y entonces, después de una comida que, eso sí, fue gloriosa más por la compañía y el ambiente de los que estábamos que por lo que comíamos, vuelta a empezar. Un taxi, otro taxi, una guagua grande, otra pequeña… Y por fin llegamos a casa casi a las dos de la mañana.
Qué sensación de alegría, o más que de alegría de confort, de seguridad, da llegar a tu sitio. Aunque sea un sitio creado por ti hace un par de semanas. Cuando entré en mi habitación no me echó pa tras ni el olor a tuberías, ni el olor a cerrado, ni las arañas de la pared, ni la cama dura… Nada se me hacía extraño. Todo lo contrario. Estaba en casa. Y fui feliz.
Esta mañana una de las chicas me decía algo así como “menudo viaje! Y además no nos sirvió para nada!” Yo creo que ella no lo sabe aún, pero cambiará de opinión. Estas son las cosas que te hacen pensar mucho mucho, pero cuando ya pasaron. En el momento el agotamiento y hasta el mal humor te pueden, pero cuando vuelves a sentirte seguro y protegido en casa, en tu sitio, con los tuyos, tu mirada se lanza a alejarse un poco más, a coger aire y a echar una visión amplia y sin condiciones sobre lo que viviste una vez. Y entonces vas y te das cuenta de que eres capaz de mucho más de lo que pensabas. Simplemente porque lo hiciste. Y porque eres capaz de mirar atrás ahora y sonreír al recordarlo.

Nos queda poco más de una semana aquí. El tiempo pasa muy muy rápido. Nos queda trabajo por terminar pero sobre todo nos quedan cosas por aprender. Debo reconocer que este viaje, del que ya intuía desde el principio que me iba a dar una visión nueva de muchas cosas, lo está consiguiendo con creces. Sobre todo me está enseñando un país realmente sorprendente en un montón de sentidos y también (y he de reconocer que con esto estoy requetecontenta!) enseñándome una faceta del africano que no había llegado a conocer tan a fondo, quizás porque todos mis viajes antes siempre se habían desarrollado en entornos más europeos, más españolizados, incluso, pero convivir con unos quince africanos a diario durante tantos días, ver la vida a través de sus ojos, compartir me guste más o menos sus costumbres… todo eso te da un criterio diferente, más rico por supuesto, y no siempre optimista o positivo; porque ya sabes bien, tú que me conoces, que detesto tanto la discriminación positiva como la negativa, que siempre creo que no conozco bien a una persona hasta que no le descubro algo que no me gusta del todo pero no por eso deja de gustarme. Creo que te lo contaré con tranquilidad en la siguiente entrada. Lo que me gusta y lo que no me gusta. Eso sí, es inevitable que a todo le saque un aprendizaje porque si no es vivir en balde. Estoy feliz. Plena. Estar aquí ahora me está devolviendo la conciencia que durante el correcorre del resto del año pierdo, sobretodo, de quién soy, de qué quiero, de qué no quiero y de todo lo aquello que amo o detesto. Feliz. Indiscutiblemente. Aunque no veo la hora de abrazarte a ti. De abrazarlos a ellos. Pero feliz! 

martes, 16 de julio de 2013

Hakuna Mahtatta

Ayer fui al “supermercado” a comprar unos yogures y unas tónicas que paliaran los virus estomacales que vinieron ellos encantadores a visitarnos a algunos. Cuando coges de las estanterías de madera lo que quieres llevarte tienes que hacer cola al fondo de un pasillo estrechísimo y esperar a que una señorita apunte a mano las cosas que te llevas con el precio de cada una y la suma total hecha, una vez revisada la cesta pasas por caja y una señora sentada en un taburete frente a un cajón de madera te cobra lo que reza al final del cachito de papel de la muchacha de antes, entonces te saca las cosas de la cesta mientras comprueba que coincide con la lista y las pasa al final de un pequeño mostrador donde espera paciente un joven con cara de aburrido frente a un manojo de bolsas de plástico. Justo en ese momento y llevada por la costumbre fui a coger una bolsa del manojo para empezar a meter los chismes y fue entonces cuando el joven levantó la frente y me miró con el entrecejo arrugado y cara de muy pocos amigos y me dijo “ese es mi trabajo!” Casi no me da algo. Fue entonces cuando caí en la cuenta de que no estaba en el Hiperdino de debajo de casa sino en una tienda de comestibles de un pueblecito del centro de Camerún.
El viernes pasado salimos a tomar algo después de cenar. No me podía creer que tuviese la oportunidad de emperiquetarme (a razón de los dos trapos que traje) y de pintarme la raya del ojo para parecer un poco más una mujer y un poco menos una camionera. Debido a la humedad que hay aquí mi lápiz de ojo se había quedado sin punta y por supuesto yo no tenía afilador. Empecé a preguntar por la casa como una posesa si alguien tenía uno. Nadie. De repente apareció por aquí el Jefe de la Comunidad, un señor con menos años de los que aparente, muy bajito y muy muy serio.  Me dijo que él tenía uno que me lo prestaba sin problema. Se fue a su mochila y de entre las carpetas con los documentos de la administración del centro sacó un sacapuntas… rosa, con forma de flor y la cara de la Barbie pegada en medio.
Esta mañana empezamos a organizar la biblioteca del centro. Miles de libros que desembalar y organizar y entre todos salieron algunas revistas francesas enviadas por una ong. Pierre, uno de los voluntarios camerunenses, un chiquito de unos 25 años está ojeando una revista y se sorprende cuando ve una mujer astronauta en una de ellas. Sorprendido me dice:
Ana, no sabía que existían las mujeres astronautas…  Yo le contesto que desde hace tiempo las mujeres no sólo llegan al espacio sino a cualquier lugar que se propongan y me sonríe con cordialidad para espetarme de golpe que sí, que es cierto que la mujer “ha evolucionado” pero que aún le queda un poco para llegar a estar al nivel del hombre. (…)”
Te podrás imaginar que a mí me llevaban los demonios al principio y por supuesto él no entendía por qué me enfadaba.
Como estas podría contarte dos mil anécdotas más que me han dejado en algún momento con la boca colgando, porque aunque lleve ya ocho años visitando este continente, conociendo a gente de todo tipo aquí, viviendo un millón de aventuras y de desventuras… a pesar de todo eso uno nunca deja de sorprenderse de lo diferentes que, graisadios, podemos llegar a ser los seres humanos.
En cuanto llegamos aquí limpiamos, preparamos y sembramos una finca entera. Lo hicimos en poco más de una semana, de hecho han empezado a crecer los primeros verdes desde hace dos días. Cavamos un hoyo monumental en menos que canta un gallo y ahora estamos reparando la biblioteca; nos queda pintar la casa de imprimación antihumedad e ir un día a cada uno de los orfanatos que ya visitamos a hacer una batida de limpieza en condiciones para aliviarles algo de trabajo. Esto no nos supone un sobreesfuerzo imposible así es que la pregunta que sabía que los chicos iban a hacer desde el principio no tardó en llegar… Ana, si esto lo hacemos nosotros en una semana ellos con su fuerza (que es descomunal por cierto!) lo hacen en tres días… cómo es que no lo han hecho hasta ahora??!! Y es cierta y lógica la pregunta. Uno se siente hasta medio tonto cuando va arrastrando la pala junto con la lengua desfallecida y con dolores en todas las esquinas del cuerpo y te llega uno de estos titanes y con la punta del pie coge la pala y carga una carretilla entera en veinte segundos…
Y essssste es el chip que hay que cambiar. Es normal que cuando vives estas cosas por primera vez te llamen muchísimo la atención, incluso te molesten algunas de ellas. Porque son maneras de actuar tan absoluta y radicalmente diferentes a las nuestras que no tienes por dónde cogerlas por mucho que lo intentes. El ser humano (sobre todo el occidentalizado) tiende a definir como válido lo que a él le vale, sin pararse a pensar la repercusión que tendrá en otros que vivan de diferente forma. Me explico, en casa nos gusta cenar a todos juntos en la mesa, es el único momento del día en que los cinco nos vemos y nos contamos cosas todos a la vez. Ese ratito nos encanta y la tele siempre está apagada, no se come viendo la tele. Es una norma que funciona bien y a nadie se le pasa por la cabeza cambiarla. En otras casas hay familias que cenan con la tele puesta frente a la mesa. Y no pasa nada. Son igual de familia que nosotros e igual de felices. A mí no se me ocurriría cuestionar la decisión de estos últimos como supongo que tampoco a ellos la nuestra. Pues aquí ocurre lo mismo. Son formas de vida diferentes, con ritmos diferentes y con valores de base diferentes. Y no ha lugar a cuestionarlos. Simplemente hay que respetarlos. De hecho el responsable del proyecto, Yanique, vino el otro día a felicitarme por lo bien que trabajábamos en grupo, me contaba que ellos disfrutaban mucho de vernos en acción al tiempo que hablábamos, gastábamos bromas y todo eso sin dejar de trabajar. Entonces aquí está el binomio perfecto que te aporta la cooperación; ellos necesitan ese pequeño soplido a modo de empujón para empezar a hacer y nosotros necesitamos esa visión limpia y sin estridencias de, por ejemplo, la lealtad a los amigos o a la familia que se mastica por aquí. Yo les organizo el curro y ellos me enseñan a ser más feliz. El cambio es justo y, sobre todo… mutuo!
África avanza. Pero avanza lenta. A su ritmo. Porque África tiene el ritmo lento de las mareas que suben y bajan sin prisa, se mueve con la cadencia de su acento dulzón enrazado con inglés y francés y el idioma de las manos en el corazón. África da pasos grandes pero seguros desde que sus mujeres pueden estudiar y llegar a la Universidad, desde que sus jóvenes se forman para tirar de las riendas de su continente sin dejarse caer en las manos de quienes quieran cambiar su forma  de caminar. África danza al ritmo de su Hakuna Mahtatta (nunca estuve más de acuerdo con la factoría Disney) y vive y deja vivir y en medio de ese lema maravilloso te abraza, te acoge, te enseña, te respeta, te enseña a respetar, te regala colores y sabores que no verás ni gustarás en ningún otro lado, te muestra el brillo de los ojos oscuros e intensos cuando te hablan de tradiciones y de sueños novedosos por cumplir…

Sabes qué? Yo que tú me planteaba venir alguna vez. Te aseguro que no serás el mismo después de hacerlo. Te dará la oportunidad de mirar alrededor y descubrir un mundo absolutamente nuevo que te va a acoger siempre, pero lo más interesante es que te dará la posibilidad de mirarte dentro y ver quién eres en este planeta maravilloso que tenemos la suerte de vivir y te darás cuenta entonces de que ya no serás el mismo, no. Serás aún mejor!!!

* Esta entrada se la quiero dedicar a mi hermano Fran... él entiende mi idioma cuando de África se trata. Pensé en ti en cada una de estas letras, de principio a fin. 

sábado, 13 de julio de 2013

La casa encantada

La vida me ha otorgado la inmensa fortuna de ser mamá. Y por partida triple! Porque, graciasadios, existen tantas formas de ser mamá… Mi primer regalo vino por partida doble hace algo más de once años; las llevé en el bombo, las parí y las amamanté y las amé desde el primer segundo que vi su imagen distorsionada en blanco y negro en la pantalla enana de un ecógrafo, algunos años después no imaginé nunca que iba a tener la inmensa fortuna de que en el camino me cruzase con él, a quien la vida había premiado también con el mayor regalo y tuvo la enorme generosidad de compartirlo también conmigo; y llegó mi niño. Y aunque no lo parí lo quiero como si así hubiese sido. Así es que aquí estoy, mirando cada tanto al cielo porque por ahí arriba se deben acumular todas las buenas energías de este mundo y dando gracias una y otra vez por la fortuna de acostarme y despertar con ellos en mi mente cada día.
Desde que soy madre se despertó en mí un instinto arrebatador sobre la protección de los niños. Hay unas pocas cosas que me cuesta soportar de este mundo a veces loco en el que vivimos. Pero creo estar segura de que la que peor llevo es la del sufrimiento infantil. La inocencia unida a la indefensión son motivos más que suficientes para que un niño jamás tuviese que sufrir. Me parte el alma el simple hecho de que un niño enferme. Cuando los míos están malitos me arrancaría la piel a tiras para que su dolor pasase a mí, para que desapareciese en ese mismo instante. Igual que no entiendo ni creo que entienda jamás la mente de un asesino, de un violador, de cualquiera que atente contra la libertad del otro, de la misma forma no creo que entienda jamás la mente de quien maltrata a un niño (ni a un adulto), quien le hace sufrir o le abandona a su suerte. Mutilar de esa forma la vida de alguien que apenas está empezando es complicado de entender.
Hoy conocí la otra cara de la moneda. De cerca, muy de cerca, tan de cerca que dolía también y que me hizo despertar de pronto la incomprensión unida a la ternura más absoluta.  Esta mañana hemos visitado dos orfanatos de la ciudad de Mbalmayo. Nunca había visitado una casa de huérfanos en África, así es que como siempre iba con la “mente plana” porque no tenía ni idea de lo que me iba a encontrar.
Los voluntarios del centro en el que estamos trabajando nos querían enseñar esa otra realidad con la que conviven y, de paso, ofrecer su centro de formación profesional (ya os he contado que es gratuito precisamente para que se puedan formar aquellos no tienen opción de hacerlo por otros cauces) a las dos casas.
Si he de ser franca a mi mentalidad blanca y a mí nos ha costado siempre adaptarnos a lo ceremonioso que es el africano, entrar en comitiva en cualquier sitio y que te pongan las sillas de plástico alineadas después de sacudirlas con el trapillo de colores y te agasajen con cánticos y presentaciones es algo que me hace sentir a veces algo violenta. No porque me disguste que lo hagan, sino porque considero que yo no soy absolutamente nadie para que ellos lleven a cabo semejante ceremonia. Cuando han pasado unos minutos empiezo a bajar a la tierra en la que estoy y caigo en la cuenta de que no lo hacen por agradarme sólo a mí. Lo hacen con cualquiera, porque al africano le encanta recibir gente en su casa y les llena de orgullo que compartas sus rincones.

A las diez de la mañana llegamos a la casa de Víctor y Veronique. Él tiene 62 años y ella 56, tienen tres hijos mayores que ya viven independientes y en la actualidad su familia se compone de 39 niños y niñas donde el benjamín de la casa es Benois, con sólo 15 meses y a quien las autoridades separaron de su madre cuando sólo tenía un mes de vida porque le hacía daño a su hijo ya que era una mujer con problemas psiquiátricos. Benois llegó a la casa con el pelito arrancado de la cabeza a mechones y malnutrición, de hecho es tan pequeñín que parece no tener más de seis o siete meses y, claro, cuando le oyes hablar o darte un besito te quedas con la boca colgando.
 La casa de Victor y Ve (como la llama su marido) está bastante destartalada pero no sabes el ambiente de familia que se respira allí. Los enanos tienen una cara de felicidad impresionante! Son niños!! Juegan, corren, se hacen trastadas, se llaman feo y cabezón uno a otro; como cualquier otro niño. 
Tenías que haber visto el show que montaron, empezaron a cantar todos juntos y luego salieron Yolande y Déser, dos gemelas de siete años que tenían preparadas unas retahílas de memoria, entonadas y coregrafiadas sobre el buen uso del agua y de los ordenadores que te partías de la risa al tiempo que te bebías las lágrimas. Me tuve que dar la vuelta un par de veces con disimulo y secarme los ojos porque no quería que me viesen llorar pero es que era tan tierno, tan divertido, tan emocionante… A las gemelitas las llevaron los servicios sociales a la casa cuando sólo tenían un día. Su mamá murió en el parto y nadie se podía ocupar de ellas.
La casa funciona desde el año 85 pero hasta 2011 no tuvieron reconocimiento por parte del gobierno camerunés, aunque tampoco es que les ayuden mucho. Sólo cuando la primera dama o algún otro ministro pasa de visita por allí les llevan alguna partida de dinero y poco más. Por le demás la iglesia les echa una mano pero sobre todo viven gracias a los ingresos que les proporciona la venta de la recolección de maíz y cacahuetes que Víctor cosecha en los alrededores de su casa con la ayuda de los chicos mayores. A Veronique la ayuda Marie Louise, una señora del barrio, a hacer la comida. La mayor parte del tiempo comen maíz en una pasta típica de aquí. En otras ocasiones alguna ONG que trabaja por aquí o algún misionero les acerca unos sacos de arroz y algún pescado y entonces se rechupetean los deditos. Todos los niños van a la escuela. Todos!! Nosotros hoy les llevamos unos sacos de arroz y de alubias y como cualquier niño merece ponerse tibio de chuches paramos en el súper antes de llegar y les compramos un montón de caramelos, chocolates y chupa chups. Una alegría pal cuerpo de vez en cuando es merecida, sobre todo para ellos!
El segundo orfanato me dejó triste. Aún más triste porque he de reconocer que  de la casa de Vero y Victor uno sale pletórico con tanta energía y tan buen rollo. El segundo era muchísimo más humilde aún. Unos veinte niños en una casa minúscula regentada por una monja de unos setenta años, la Hermana María. Una mujer enorme y con una cara de ángel increíble. María habla despacio colocando una mano sobre otra y dando gracias todo el rato por haber ido a visitarla y por los sacos de arroz. Ella cuenta con la ayuda de otras dos hermanas algo más jóvenes y el poco dinero que les da el obispado y el cura de la parroquia porque el gobierno aún no les reconoce como centro, a pesar de llevar abierto más de veinte años… Qué cosas no… Aquí los niños también están todos escolarizados, son todos mucho mayores que en el otro centro e incluso dos de las chicas están estudiando en la Universidad. No me digas tú a mí que no es para quedarse con la boca abierta.
No sé, a mí todas estas cosas me revuelven el alma porque uno no sabe desde dónde mirar, ni siquiera a dónde mirar a veces. Ahora mismo me viene a la cabeza esa frase que tantas veces repito de que cada uno vive la vida que quiere vivir y me la trago entera con patatas porque en este caso muchos viven la vida que no les queda más remedio vivir. Aquí y también allí. Hoy me quedó claro dónde se va a quedar el dinerito de la colecta que hice entre mis amigas antes de venir… No puede existir un lugar mejor en el que emplearlo.
Así que nada, aquí estoy yo, sentada en la entrada de mi casa africana, comida por los mosquitos y pasando los ramalazos de una gripe estomacal que me tiene medio arrastrada, pero sobre todo echando humo por la cabeza. Pensando sin parar en las cachetadas que una vez más te da la vida. Porque aunque cada lugar es diferente y cada vida se vive a su manera y aquí nadie es mejor que nadie ni más feliz ni más listo ni más bueno ni más malo…

Hoy estuve en una casa encantada. Porque otra cosa no, pero sus paredes estaban llenas de encanto. Una cosa es cierta, hoy he estado en la casa de dos familias. Dos familias maravillosas y llenas de vida y de ganas, porque vuelvo a dar las gracias porque cada uno que lo desee tenga la opción de vivir su propia y única familia. A pesar de todo eso a mí me parte el alma de ternura y admiración encontrar tanta generosidad en personas como María, como Veronique y como Victor. Porque esto sí que es entregar la vida a cambio de nada. A cambio de nada he dicho!??? Voy a enjuagarme la boca ahora mismo!!!

miércoles, 10 de julio de 2013

Tacones lejanos

Y tan lejanos... Cada vez que piso suelo africano el tiempo cambia de marcha. Es difícil de explicar, de repente es lentísimo pero no se hace pesado, lo que ocurre es que te hace sentir que llevas aquí meses cuando tan sólo hace una semana que llegaste. En esa semana te da tiempo a descartar de tu mente lo que hasta entonces formaba parte de tu día a día (todo excepto mi familia amada a la que echo más de menos que nunca esta vez, aunque asumo que debe ser porque me voy volviendo viejita y sensiblona)
De repente aquí las "dificultades" no surgen como un problema sino como una anécdota más que ese día hay que solventar. Ya te hablé del cacharrito de mantequilla que me hacía las veces de ducha, verdad? Llenábamos el cubo de agua en el patio y pa dentro. Bien, pues ayer se acabó el agua... Mira tú por dónde! Se quedó sin presión y no sube, así es que desde ayer tenemos que bajar a la gran puñeta -y la gran puñeta se entiende como una bajada con una pendiente simpática de tierra y hierbas sin luz de unos cuatrocientos metros desde donde estamos- ahí llenamos el cubo y eliges si te duchas o vas al baño o ambas cosas y entonces dentro de un ratito ooootra vez el paseíllo a por agua. Cuando en casa se te estropea el grifo se produce el acabose. Llamas a tu madre por si puedes ir a ducharte a su casa, de repente no sabes cocinar nada que no sea con agua, lavarte los dientes se convierte en un castigo. Aquí no. Aquí si no hay agua te vas donde te dije antes, llenas el cubo y subes. Y nadie se queja. Porque además es de verdad que nadie se queja!

Hoy tocó colada. Sin agua. Ja! Había que hacerla aquí arriba, en el patio, porque son sus costumbres y hay que respetarlas, así que llenamos cubos, sacamos ropa y frota que te frota en el cubito. Fue una experiencia, desde luego, nos echamos unas risas y tenemos ropa limpia! Problema? Ninguno!

Yo imagino que debe haber alguna barrera que uno traspasa desde sus propias limitaciones que hace que todo sea factible. Nunca fue tan cierta esa afirmación de "querer es poder" Querer ser feliz es, por supuesto, poder ser feliz.

Este año no trabajo con niños pequeños. Me está costando asumirlo, la verdad, porque ya sabes de mi debilidad por trabajar con los pequeños bomboncitos que son tan entregados y tan intrépidos y tan divertidos... Pues este año no toca. Y yo creo que mi cabeza no había conseguido asumirlo hasta que hemos llegado aquí. Claro que el proyecto no tiene nada que ver con el del año pasado y ese dejó el listón muy alto, he de reconocer que los primeros días me he sentido un poco mal puesta. No sabía exactamente por qué. A la expectativa creo yo. Entonces hoy voy y me doy cuenta de que las cosas se van poniendo en su sitio poco a poco.


Este año no lijo ventanas ni doy clase a los enanos, pero construimos una torre de agua potable, limpiamos, aramos y sembramos un maizal enorme y comparto vida y faenas con ocho adolescentes y mi compañero Maxi que miratúpordónde, entre otras cosas, es mi jefe. Además todo se desarrolla en un país que no tiene nada que ver con los otros países africanos que conozco... pero nada!

Camerún está resultando un país tan sorprendente como atractivo. Está muy desarrollado. Pero mucho. Mucho más que los que yo conocía desde luego. Es tan verde que la vegetación te atrapa, te come, te da vida a la vez y te agobia de humedad. Pero no te importa; porque es tan espectacular cualquier rincón donde mires plagado de palmeras y de vegetación alta y frondosa que te hace sentir en medio de una jungla perpetua.
Hoy me quedaba con la boca abierta cada poco. Resulta que fuimos a la capital, Yaoundé, una ciudad de un millón de habitantes. Llegamos en una hora escasa porque tienen una autovía estupenda sin un sólo bache! Ni un bache en ruta!!! en África Occidental! Pero es que además, las gasolineras están perfectamente regladas y organizadas, hay papeleras en los lugares públicos, la ciudad tiene aceras todo el rato... A ver, no cuento todo esto porque sí, es que es muy extraño encontrar una ciudad de este continente o mejor dicho de este lado de este continente que esté de esta manera. Y yo me alegro tanto... porque sabes qué? A pesar de los no baches, las gasolineras y las papeleras, siguen llenando las calles los jóvenes y las mujeres vendiendo absolutamente de todo mientras caminas, porque en la esquina de la farmacia (sí, también farmacias y hasta una clínica veterinaria vi esta mañana que eso ya me dejó loca del todo) pues en la esquina te ves como te digo, al señor friendo trozos de carne picante y metiéndola en cucuruchos de periódico, al de más allá vendiendo zapatos con uno colocado sobre la cabeza a modo de escaparate, a las señoras preciosas con sus colorines atados a la cabeza, a los niños con los gorros de lana encasquetados hasta las orejas a pesar de los 30 grados y la humedad del 90%, la tienda de sofás con la exposición en plena acera y al lado la funeraria donde te fabrican los féretros a vista de todos y los exponen en medio de las aceras...

 Esto es África. Y a mí me vuelve loca tanta mezcla, tanta cara dura, tanta cara bonita, tanto olor a leña ahumada y tanta mezcla loca de lenguas a medio fabricar con otras ancestrales, del joven que le grita a su amigo algo incomprensible en su dialecto materno mientras vuelve a mirar la pantalla de su Samsung Galaxi 4 para seguir escribiendo sus wasap! Esto es África y yo tengo la enorme fortuna de haberla conocido, caminarla, sentirla, olerla, vivirla y desearla siempre de nuevo.

Así es que, efectivamente mis tacones son lejanos ahora, durante un tiempo aún; pero ellos mismos me acompañaron de alguna manera hasta aquí, sobre ellos pateo mis calles todos los días, recorro mi colegio querido, bajo las escaleras de mi casa a trompicones porque siempre se me va haciendo tarde. Los mismos que me descalzo nada más entrar de regreso por la puerta para ir corriendo a dar un beso a mi amor y volver a respirar casa en profundo. Ellos, como tantas otras cosas son parte de mí. De todo esto mío que hoy está aquí.
Quiero seguir descubriendo esta nueva África que jamás me había encontrado por estos caminos. Si quieres te la seguiré mostrando también a ti.