Ayer fui al “supermercado” a comprar unos yogures y unas
tónicas que paliaran los virus estomacales que vinieron ellos encantadores a
visitarnos a algunos. Cuando coges de las estanterías de madera lo que quieres
llevarte tienes que hacer cola al fondo de un pasillo estrechísimo y esperar a
que una señorita apunte a mano las cosas que te llevas con el precio de cada
una y la suma total hecha, una vez revisada la cesta pasas por caja y una
señora sentada en un taburete frente a un cajón de madera te cobra lo que reza
al final del cachito de papel de la muchacha de antes, entonces te saca las
cosas de la cesta mientras comprueba que coincide con la lista y las pasa al
final de un pequeño mostrador donde espera paciente un joven con cara de
aburrido frente a un manojo de bolsas de plástico. Justo en ese momento y
llevada por la costumbre fui a coger una bolsa del manojo para empezar a meter
los chismes y fue entonces cuando el joven levantó la frente y me miró con el
entrecejo arrugado y cara de muy pocos amigos y me dijo “ese es mi trabajo!”
Casi no me da algo. Fue entonces cuando caí en la cuenta de que no estaba en el
Hiperdino de debajo de casa sino en una tienda de comestibles de un pueblecito
del centro de Camerún.
El viernes pasado salimos a tomar algo después de cenar. No
me podía creer que tuviese la oportunidad de emperiquetarme (a razón de los dos
trapos que traje) y de pintarme la raya del ojo para parecer un poco más una
mujer y un poco menos una camionera. Debido a la humedad que hay aquí mi lápiz
de ojo se había quedado sin punta y por supuesto yo no tenía afilador. Empecé a
preguntar por la casa como una posesa si alguien tenía uno. Nadie. De repente
apareció por aquí el Jefe de la Comunidad, un señor con menos años de los que
aparente, muy bajito y muy muy serio. Me
dijo que él tenía uno que me lo prestaba sin problema. Se fue a su mochila y de
entre las carpetas con los documentos de la administración del centro sacó un
sacapuntas… rosa, con forma de flor y la cara de la Barbie pegada en medio.
Esta mañana empezamos a organizar la biblioteca del centro.
Miles de libros que desembalar y organizar y entre todos salieron algunas
revistas francesas enviadas por una ong. Pierre, uno de los voluntarios
camerunenses, un chiquito de unos 25 años está ojeando una revista y se
sorprende cuando ve una mujer astronauta en una de ellas. Sorprendido me dice:
Ana, no sabía que existían las mujeres astronautas… Yo le contesto que desde hace tiempo las
mujeres no sólo llegan al espacio sino a cualquier lugar que se propongan y me
sonríe con cordialidad para espetarme de golpe que sí, que es cierto que la
mujer “ha evolucionado” pero que aún le queda un poco para llegar a estar al
nivel del hombre. (…)”
Te podrás imaginar que a mí me llevaban los demonios al
principio y por supuesto él no entendía por qué me enfadaba.
Como estas podría contarte dos mil anécdotas más que me han
dejado en algún momento con la boca colgando, porque aunque lleve ya ocho años
visitando este continente, conociendo a gente de todo tipo aquí, viviendo un
millón de aventuras y de desventuras… a pesar de todo eso uno nunca deja de
sorprenderse de lo diferentes que, graisadios, podemos llegar a ser los seres
humanos.
En cuanto llegamos aquí limpiamos, preparamos y sembramos
una finca entera. Lo hicimos en poco más de una semana, de hecho han empezado a
crecer los primeros verdes desde hace dos días. Cavamos un hoyo monumental en
menos que canta un gallo y ahora estamos reparando la biblioteca; nos queda
pintar la casa de imprimación antihumedad e ir un día a cada uno de los
orfanatos que ya visitamos a hacer una batida de limpieza en condiciones para
aliviarles algo de trabajo. Esto no nos supone un sobreesfuerzo imposible así
es que la pregunta que sabía que los chicos iban a hacer desde el principio no
tardó en llegar… Ana, si esto lo hacemos nosotros en una semana ellos con su
fuerza (que es descomunal por cierto!) lo hacen en tres días… cómo es que no lo
han hecho hasta ahora??!! Y es cierta y lógica la pregunta. Uno se siente hasta
medio tonto cuando va arrastrando la pala junto con la lengua desfallecida y
con dolores en todas las esquinas del cuerpo y te llega uno de estos titanes y
con la punta del pie coge la pala y carga una carretilla entera en veinte
segundos…
Y essssste es el chip que hay que cambiar. Es normal que
cuando vives estas cosas por primera vez te llamen muchísimo la atención,
incluso te molesten algunas de ellas. Porque son maneras de actuar tan absoluta
y radicalmente diferentes a las nuestras que no tienes por dónde cogerlas por
mucho que lo intentes. El ser humano (sobre todo el occidentalizado) tiende a
definir como válido lo que a él le vale, sin pararse a pensar la repercusión
que tendrá en otros que vivan de diferente forma. Me explico, en casa nos gusta
cenar a todos juntos en la mesa, es el único momento del día en que los cinco
nos vemos y nos contamos cosas todos a la vez. Ese ratito nos encanta y la tele
siempre está apagada, no se come viendo la tele. Es una norma que funciona bien
y a nadie se le pasa por la cabeza cambiarla. En otras casas hay familias que
cenan con la tele puesta frente a la mesa. Y no pasa nada. Son igual de familia
que nosotros e igual de felices. A mí no se me ocurriría cuestionar la decisión
de estos últimos como supongo que tampoco a ellos la nuestra. Pues aquí ocurre
lo mismo. Son formas de vida diferentes, con ritmos diferentes y con valores de
base diferentes. Y no ha lugar a cuestionarlos. Simplemente hay que
respetarlos. De hecho el responsable del proyecto, Yanique, vino el otro día a
felicitarme por lo bien que trabajábamos en grupo, me contaba que ellos
disfrutaban mucho de vernos en acción al tiempo que hablábamos, gastábamos
bromas y todo eso sin dejar de trabajar. Entonces aquí está el binomio perfecto
que te aporta la cooperación; ellos necesitan ese pequeño soplido a modo de
empujón para empezar a hacer y nosotros necesitamos esa visión limpia y sin estridencias
de, por ejemplo, la lealtad a los amigos o a la familia que se mastica por aquí.
Yo les organizo el curro y ellos me enseñan a ser más feliz. El cambio es justo
y, sobre todo… mutuo!
África avanza. Pero avanza lenta. A su ritmo. Porque África
tiene el ritmo lento de las mareas que suben y bajan sin prisa, se mueve con la
cadencia de su acento dulzón enrazado con inglés y francés y el idioma de las
manos en el corazón. África da pasos grandes pero seguros desde que sus mujeres
pueden estudiar y llegar a la Universidad, desde que sus jóvenes se forman para
tirar de las riendas de su continente sin dejarse caer en las manos de quienes
quieran cambiar su forma de caminar. África
danza al ritmo de su Hakuna Mahtatta (nunca estuve más de acuerdo con la
factoría Disney) y vive y deja vivir y en medio de ese lema maravilloso te
abraza, te acoge, te enseña, te respeta, te enseña a respetar, te regala
colores y sabores que no verás ni gustarás en ningún otro lado, te muestra el
brillo de los ojos oscuros e intensos cuando te hablan de tradiciones y de
sueños novedosos por cumplir…
Sabes qué? Yo que tú me planteaba venir alguna vez. Te
aseguro que no serás el mismo después de hacerlo. Te dará la oportunidad de
mirar alrededor y descubrir un mundo absolutamente nuevo que te va a acoger
siempre, pero lo más interesante es que te dará la posibilidad de mirarte dentro
y ver quién eres en este planeta maravilloso que tenemos la suerte de vivir y
te darás cuenta entonces de que ya no serás el mismo, no. Serás aún mejor!!!
* Esta entrada se la quiero dedicar a mi hermano Fran... él entiende mi idioma cuando de África se trata. Pensé en ti en cada una de estas letras, de principio a fin.
Hakuna Matata - Vive y deja vivir - Vive y sé feliz. Ningún problema debe hacerte sufrir, lo más fácil es saber decir - Hakuna Matata
ResponderEliminarNos queda mucho por aprender, sobre todo aprender a vivir, aprender a sufrir, aprender a sentir, aprender a ser felices y aprender a aprender. ¡¡¡¡¡Hakuna Matata!!!!! Gracias
Hola hermanita. Leerte es escuchar una de esas canciones de Macaco que hablan de brindar por la vida mezclado con Pink Floyd diciendo "Wish you were here"... Hace tiempo, en una de esas infinitas tertulias con un buen amigo, este me dijo que si escarbas hacia lo más hondo de nuestras raíces caerás en la cuenta de que cuanto más profundices descubrirás que la raíz principal es común a todos los pueblos que formamos la humanidad. Es decir, que si sabes leer la mirada socarrona de un mago de Anaga, por ejemplo, sabrás entenderte con un viejito fulani porque seguramente tendrán el mismo ritmo y utilizarán los mismos codigos vitales. Ese para mi es el auténtico sentido de lo que hoy llamamos IDENTIDAD pero eso ya tú lo sabías. IDENTIDAD es la llave eterna que abre todas las puertas de las casas de la gente de bien de todo el mundo. Es lo que nos permite conectar más rápido que todos los megas juntos. Es lo que hace que en un viaje por esos mundos reconozcamos gestos, expresiones y sonrisas y los asociemos a momentos de nuestra infancia, a momentos de felicidad... Nos identifica como seres humanos y le pasa por encima a los idiomas, las religiones, las líneas imaginarias y otras puñetas. Me alegra tanto saber que estás ahí en tan buena sintonía... Te quiero pibita!
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