La vida me ha otorgado la inmensa fortuna de ser mamá. Y por
partida triple! Porque, graciasadios, existen tantas formas de ser mamá… Mi
primer regalo vino por partida doble hace algo más de once años; las llevé en
el bombo, las parí y las amamanté y las amé desde el primer segundo que vi su
imagen distorsionada en blanco y negro en la pantalla enana de un ecógrafo,
algunos años después no imaginé nunca que iba a tener la inmensa fortuna de que
en el camino me cruzase con él, a quien la vida había premiado también con el
mayor regalo y tuvo la enorme generosidad de compartirlo también conmigo; y
llegó mi niño. Y aunque no lo parí lo quiero como si así hubiese sido. Así es
que aquí estoy, mirando cada tanto al cielo porque por ahí arriba se deben
acumular todas las buenas energías de este mundo y dando gracias una y otra vez
por la fortuna de acostarme y despertar con ellos en mi mente cada día.
Desde que soy madre se despertó en mí un instinto
arrebatador sobre la protección de los niños. Hay unas pocas cosas que me
cuesta soportar de este mundo a veces loco en el que vivimos. Pero creo estar
segura de que la que peor llevo es la del sufrimiento infantil. La inocencia
unida a la indefensión son motivos más que suficientes para que un niño jamás
tuviese que sufrir. Me parte el alma el simple hecho de que un niño enferme.
Cuando los míos están malitos me arrancaría la piel a tiras para que su dolor
pasase a mí, para que desapareciese en ese mismo instante. Igual que no
entiendo ni creo que entienda jamás la mente de un asesino, de un violador, de
cualquiera que atente contra la libertad del otro, de la misma forma no creo
que entienda jamás la mente de quien maltrata a un niño (ni a un adulto), quien
le hace sufrir o le abandona a su suerte. Mutilar de esa forma la vida de
alguien que apenas está empezando es complicado de entender.
Hoy conocí la otra cara de la moneda. De cerca, muy de
cerca, tan de cerca que dolía también y que me hizo despertar de pronto la
incomprensión unida a la ternura más absoluta. Esta mañana hemos visitado dos orfanatos de la
ciudad de Mbalmayo. Nunca había visitado una casa de huérfanos en África, así
es que como siempre iba con la “mente plana” porque no tenía ni idea de lo que
me iba a encontrar.
Los voluntarios del centro en el que estamos trabajando nos
querían enseñar esa otra realidad con la que conviven y, de paso, ofrecer su
centro de formación profesional (ya os he contado que es gratuito precisamente
para que se puedan formar aquellos no tienen opción de hacerlo por otros
cauces) a las dos casas.
Si he de ser franca a mi mentalidad blanca y a mí nos ha
costado siempre adaptarnos a lo ceremonioso que es el africano, entrar en
comitiva en cualquier sitio y que te pongan las sillas de plástico alineadas
después de sacudirlas con el trapillo de colores y te agasajen con cánticos y
presentaciones es algo que me hace sentir a veces algo violenta. No porque me
disguste que lo hagan, sino porque considero que yo no soy absolutamente nadie
para que ellos lleven a cabo semejante ceremonia. Cuando han pasado unos
minutos empiezo a bajar a la tierra en la que estoy y caigo en la cuenta de que
no lo hacen por agradarme sólo a mí. Lo hacen con cualquiera, porque al
africano le encanta recibir gente en su casa y les llena de orgullo que
compartas sus rincones.
A las diez de la mañana llegamos a la casa de Víctor y
Veronique. Él tiene 62 años y ella 56, tienen tres hijos mayores que ya viven
independientes y en la actualidad su familia se compone de 39 niños y niñas
donde el benjamín de la casa es Benois, con sólo 15 meses y a quien las
autoridades separaron de su madre cuando sólo tenía un mes de vida porque le
hacía daño a su hijo ya que era una mujer con problemas psiquiátricos. Benois
llegó a la casa con el pelito arrancado de la cabeza a mechones y malnutrición,
de hecho es tan pequeñín que parece no tener más de seis o siete meses y,
claro, cuando le oyes hablar o darte un besito te quedas con la boca colgando.
La casa de Victor y Ve (como la llama su marido) está bastante destartalada
pero no sabes el ambiente de familia que se respira allí. Los enanos tienen una
cara de felicidad impresionante! Son niños!! Juegan, corren, se hacen
trastadas, se llaman feo y cabezón uno a otro; como cualquier otro niño.
Tenías
que haber visto el show que montaron, empezaron a cantar todos juntos y luego
salieron Yolande y Déser, dos gemelas de siete años que tenían preparadas unas
retahílas de memoria, entonadas y coregrafiadas sobre el buen uso del agua y de
los ordenadores que te partías de la risa al tiempo que te bebías las lágrimas.
Me tuve que dar la vuelta un par de veces con disimulo y secarme los ojos
porque no quería que me viesen llorar pero es que era tan tierno, tan
divertido, tan emocionante… A las gemelitas las llevaron los servicios sociales
a la casa cuando sólo tenían un día. Su mamá murió en el parto y nadie se podía
ocupar de ellas.
La casa funciona desde el año 85 pero hasta 2011 no tuvieron
reconocimiento por parte del gobierno camerunés, aunque tampoco es que les
ayuden mucho. Sólo cuando la primera dama o algún otro ministro pasa de visita
por allí les llevan alguna partida de dinero y poco más. Por le demás la
iglesia les echa una mano pero sobre todo viven gracias a los ingresos que les
proporciona la venta de la recolección de maíz y cacahuetes que Víctor cosecha
en los alrededores de su casa con la ayuda de los chicos mayores. A Veronique
la ayuda Marie Louise, una señora del barrio, a hacer la comida. La mayor parte
del tiempo comen maíz en una pasta típica de aquí. En otras ocasiones alguna
ONG que trabaja por aquí o algún misionero les acerca unos sacos de arroz y
algún pescado y entonces se rechupetean los deditos. Todos los niños van a la
escuela. Todos!! Nosotros hoy les llevamos unos sacos de arroz y de alubias y
como cualquier niño merece ponerse tibio de chuches paramos en el súper antes
de llegar y les compramos un montón de caramelos, chocolates y chupa chups. Una
alegría pal cuerpo de vez en cuando es merecida, sobre todo para ellos!
El segundo orfanato me dejó triste. Aún más triste porque he
de reconocer que de la casa de Vero y
Victor uno sale pletórico con tanta energía y tan buen rollo. El segundo era
muchísimo más humilde aún. Unos veinte niños en una casa minúscula regentada
por una monja de unos setenta años, la Hermana María. Una mujer enorme y con
una cara de ángel increíble. María habla despacio colocando una mano sobre otra
y dando gracias todo el rato por haber ido a visitarla y por los sacos de
arroz. Ella cuenta con la ayuda de otras dos hermanas algo más jóvenes y el
poco dinero que les da el obispado y el cura de la parroquia porque el gobierno
aún no les reconoce como centro, a pesar de llevar abierto más de veinte años…
Qué cosas no… Aquí los niños también están todos escolarizados, son todos mucho
mayores que en el otro centro e incluso dos de las chicas están estudiando en
la Universidad. No me digas tú a mí que no es para quedarse con la boca
abierta.
No sé, a mí todas estas cosas me revuelven el alma porque
uno no sabe desde dónde mirar, ni siquiera a dónde mirar a veces. Ahora mismo
me viene a la cabeza esa frase que tantas veces repito de que cada uno vive la
vida que quiere vivir y me la trago entera con patatas porque en este caso
muchos viven la vida que no les queda más remedio vivir. Aquí y también allí.
Hoy me quedó claro dónde se va a quedar el dinerito de la colecta que hice
entre mis amigas antes de venir… No puede existir un lugar mejor en el que
emplearlo.
Así que nada, aquí estoy yo, sentada en la entrada de mi
casa africana, comida por los mosquitos y pasando los ramalazos de una gripe
estomacal que me tiene medio arrastrada, pero sobre todo echando humo por la
cabeza. Pensando sin parar en las cachetadas que una vez más te da la vida.
Porque aunque cada lugar es diferente y cada vida se vive a su manera y aquí
nadie es mejor que nadie ni más feliz ni más listo ni más bueno ni más malo…
Hoy estuve en una casa encantada. Porque otra cosa no, pero sus paredes estaban llenas de encanto. Una cosa es cierta, hoy he estado en la casa de dos
familias. Dos familias maravillosas y llenas de vida y de ganas, porque vuelvo
a dar las gracias porque cada uno que lo desee tenga la opción de vivir su
propia y única familia. A pesar de todo eso a mí me parte el alma de ternura y admiración
encontrar tanta generosidad en personas como María, como Veronique y como
Victor. Porque esto sí que es entregar la vida a cambio de nada. A cambio de
nada he dicho!??? Voy a enjuagarme la boca ahora mismo!!!
Acabo de sentir un desconsuelo de los grandes...desconsuelo y admiracion...una casa de 39 con olorsito a hogar, alucinante y una se agota con uno, teniendo de todo, que pequeñita me siento y que realidades tan grandes hay en la vida...graciasadios!!!
ResponderEliminarComo bien dices amor es afortunado aquel que puede vivir la vida que quiere vivir y un auténtico desagradecido el que pudiendo hacerlo se queja porque la mala suerte no le deja cuando sabe a ciencia cierta que los causantes de su "desgracia" son la comodidad, la falta de empeño, la ausencia de tesón........
ResponderEliminarEn este mal llamado primer mundo en que vivimos (como si el mundo no fuera uno único mal compartimentado por nosotros) damos valor (y qué valor!!!) a miles de cosas que realmente son totalmente prescindibles (aunque seamos incapaces de verlo) mientras que aquellas que realmente tiene peso, las que realmente cuentan, las de verdad esas se quedan el el fondo de la gaveta y bien tapadiats no sea que quieran salir de ahí....... Por eso es tan importante que gente como tu nos regale pinceladas de de una realidad que si bien no es visible a diario no es menos real que la nuestra...... Gracias amor por ello.
Voy a llenar el vaso hasta la mitad y voy a verlo medio lleno. Que suerte tienen estos niños de tener a Víctor y Veronique,Marie Louise a la hermana María y una familia y un techo y gente como ustedes que los hacen Visibles a nuestros ojos y a nuestros corazones. Seguro que muchos más ni siquiera tienen esta posibilidad. Nos secamos las lágrimas contigo, con los chicos y con Maxi... gracias a ustedes, gracias Clau... esto engancha!
ResponderEliminarLa verdad es que es tan abismal la diferencia de nuestros mundos que para no sentirnos peor nos queda el consuelo de dar gracias de que esos niños hayan tenido unos valientes padres y que formasen una hermosa gran familia de la que les sobra de lo que nosotros en nuestro mundo mundial carecemos. Amor de compasión, de entrega y de todo lo demás!!! No puedo ni imaginar el esfuerzo de esa bella pareja y de su colaboradora de la que lideran como equipo…y que espíritu el de la madre María, setenta años y nosotros soñando con la jubilación… me quedo sin palabras no antes de volver a dar gracias a Dios una vez mas porque existan aún personas como esa fortaleza. Que estén escolarizados es un bello milagro de esos que el ser humano todavía si se lo propone puede realizar… he de nosotros ahora de darles apoyo a personas como ellos, guerreros del amor… Un fuerte y enorme abrazo para todos.
ResponderEliminar¡¡Hola hermanita!! Salvando los tópicos futboleros, Camerún ha sido otro gran desconocido para mi. Gracias por acercar sus realidades cotidianas a estas orillas. Se que estamos de acuerdo en que cuando uno va madurando empatiza con los menudos, se sensibiliza, se recrea en ellos... Pero tras tener la fortuna de experimentar la maternnidad/paternidad esos sentimientos se elevan a niveles indescriptibles. Nos volvemos más protectores a la vez que nos dejamos llevar por ellos. Intentamos volvernos más rectos a la vez que el más mínimo gesto o palabra desmorona todos nuestros planes y rompemos a llorar o nos partimos de risa. Conociendo la historia de Victor y Veronique me imaginé al instante Villamor llena de sobrinitos corriendo por las huertas, jejeje... Disfruta tu experiencia y recibe todo el amor que te envío.
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