sábado, 6 de julio de 2013

De todo lo visible y lo invisible...

Hace un par de semanas estuvimos en Madrid y nos quedamos en un hotel muy nuevo, muy moderno y con un montón de estrellas. Cuando entré al baño hice lo primero que hago siempre que entro a una habitación de hotel, irme a "regoler" los potingues que te ponen en esas cestas tan bonitas junto al lavabo. No había cepillo de dientes. Debía ser la una de la mañana pero llamé al servicio de habitaciones y les pedí un par de cepillos de dientes. El buen hombre me los trajo a los quince minutos excusándose de que estaba él solo y de repente le habían pedido un montón de cosas de un montón de habitaciones... Y yo me cepillé los dientes.
En la madrugada del jueves al viernes llegamos a eso de las tres de la mañana al aeropuerto de la ciudad de Yaoundé (Camerún) Nos esperaba en un aeropuerto bastante tranquilo y hasta desolado una murga entera de gente que venía feliz a nuestro encuentro. Nueve en total. Nos trajeron a nuestra nueva casa y, después de darnos la bienvenida y repartirnos botellas de agua, nos enseñaron nuestras habitaciones. Mi cuerpo pedía cama y descanso, no en balde llevábamos casi 24 horas viajando, pero también pedía una ducha, de esas que hacen que caigas en los brazos de Morfeo antes incluso de que este los abra... Cuando entré al baño de mi habitación y fui a abrir la ducha me di cuenta de que... no había ducha. Cuando me fui a lavar la cara en el lavabo me di cuenta de que... no había agua y además el desagüe no estaba conectado y cuando rendida a todas las evidencias del mundo fui a hacer pis antes de acostarme me di cuenta, algo prevenida ya, de que tampoco había cisterna. Apoyada en el quicio de la puerta con más ganas de llorar que de respirar de puro cansancio observé que en el suelo, a un ladito del lavabo, había un cubo lleno de agua con un cacharrito dentro que antes había sido envase de mantequilla. La neurona y media que me quedaba viva en ese momento conectó, hizo un esfuerzo tremendo y llegó a la conclusión de que aquel cubo marrón lleno de agua, no precisamente cristalina, y aquel cacharrito que en su día resguardó a la mantequilla iban a ser todo lo que yo necesitaba cada vez que usase mi nuevo baño. Y no hubo más. Me deslicé en la cama dura y pelada en la que me dio tiempo a observar que no había almohada, apelotoné dos o tres jerseys y camisetas bajo mi cabeza y caí en coma profundo durante dos horas, justo el tiempo que teníamos para descansar. 

Cuando desperté de nuevo entré decidida, agarré el cubo y me di una ducha a base de cacharritos de agua. El hecho de tener que hacer malabarismos para cepillarte los dientes, de tener que salir fuera y llenar el cubo de agua desde el surtidor que hay en medio del patio para ducharte o lavarte la cara, o fregar los cacharros, el hecho de que nunca en mi vida haya sido capaz de tocar un pescado y hoy haya tenido que meterle los dedos hasta las entrañas para lavarlos bien porque era lo que tocaba... El hecho de hacer todas y cada una de estas cosas no me hace ser una mujer mejor, ni una superviviente, ni una valiente ni ninguna chorrada perruna de ese tipo. El hecho de que nos tengamos que adaptar a los recursos que tenemos nos hace, simplemente, humanos. Sólo que a veces olvidamos esa humanidad y pensamos que adaptarnos a situaciones diferentes es, casi, un paso atrás. Pero no hay nada más grande que la pequeña y casi ridícula satisfacción personal de darte cuenta de que cambias tus propios esquemas, de que conviertes tu día a día en lo que tienes y en lo práctico y feliz que tú mismo lo quieras convertir. 

Este proyecto nuevo se presenta interesante. Pero no por lo que vamos a hacer, que es fundamentalmente trabajar, sino porque me está abriendo aún más lo ojos, me está enseñando vidas nuevas y me está haciendo hervir la cabeza de tanto ver, observar, mirar, pensar, razonar, valorar... Vivir tu vida en un entorno radicalmente diferente al tuyo es algo que todos los seres humanos deberían experimentar al menos una vez en su vida. Te aseguro que no te deja indiferente. 
Este mes va atraer carrete. Te lo digo yo! 
Mañana más....

4 comentarios:

  1. Agarramos fuerte el hilo del carrete, entonces, para no perdernos una sola línea de todo lo que va a dar de sí esta experiencia vital en Camerún... ¡Un beso fuerte, Anita!

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  2. Es una de las miles de cosas que me enamoran de ti..... Tienes la capacidad para transmitir las ideas que extraes del día a día, ideas que nos despiertan una visión diferente de la vida, que nos mueven a la reflexión..... me encanta ver y sentir el mundo a traves de tus ojos, tengo la inmensa suerte de poder hacerlo a diario.... y si aunque nos separen literalmente miles de kilómetros tu siempre buscas la manera de que pueda ser así.
    Te quiero amor, disfruta como sólo tu sabes de estos día y sigue enseñándonos una parte de ese mundo que debería sernos menos lejano, menos extraño....

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  3. es brutal como haces con tus palabras y k nos hagas viajar hacia esa realidad con tanta magia es grande...leyendote he sentido un.pokito d too, d too y mas, ya sabes k siempre es asi e incluso m vi ahi con la misma sensacion d cansancio y ahora tengo la misma sensacion k hace un año...kiero mas!!!

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  4. Queridísima Ana muy agradecida y encantada de cada una de tus palabras. Estoy segura que todos coincidimos contigo que la evolución en nuestros chicos tan solo en 24 horas ha sido asombrosa... Amor y Bendiciones para todos desde vuestra isla Tenerife ♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥

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